El lector de Ojo avizor estará sitiado por innumerables voces que le han de susurrar los resquebrajamientos que presenta el entorno, mismos por donde ha de colarse la voz poética. Nos sitúa, Amaranta Caballero Prado, tanto en la piel de la frontera norte mexicana, la que duele, la que cala, la amurallada, como en la metamorfosis de higuera a humano en un proceso de infrutescencia; nos remite también a la palabra que sabe a cuerpo y viceversa; al paisaje, que es lo que se ve y lo que se siente, lo que se escucha, lo que se sufre. En este poemario se perciben las exclamaciones de la ciudad, de los cuatro elementos, del cuerpo, de las sensaciones, similares y contrarias, hasta concluir en un conjunto de pájaros pautados.
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